sábado, 27 de julio de 2013

ICONOS

La palabra griega eikôn ha introducido a la lengua castellana en el territorio de la imagen y de la semejanza. Si hubiera que buscar un ejemplo que no sólo se acerca mucho a la idea de fondo, sino que permite imaginarla casi de forma material, éste sería el del retrato. Y aquí ocupan un lugar preferente las reflexiones de Platón sobre la representación de lo real universal.
Imagen de portada

Para la tradición cristiana, sin embargo, el icono no es mero retrato, simple imagen o elemento decorativo que evoca con mayor o menor profundidad a la persona representada, sino un medio de revelación de Dios, a la vez que un cauce privilegiado para dirigirse a Él. La imagen cobra entonces un espesor nuevo que la arranca de la mirada superficial, aparente y efímera, y la conduce sin violencia a ser contemplada con los ojos del corazón.

Resulta interesante entender que una imagen material puede escapar del encasillamiento que producen la utilidad (información, conocimiento), el negocio (publicidad, entretenimiento), la estética (teoría de lo bello) o la filosofía (conocimiento universal), para convertirse en camino y mapa que permiten al hombre desbordar los límites espacio-temporales de su existencia y adentrarse en el territorio sin fronteras de la trascendencia.




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